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miércoles, 4 de junio de 2008

¿SEXO??


¿SEXO SÓLO PARA PROCREAR?


Tuve una discusión aquí en casa sobre el asunto.

Los periódicos dicen que la Iglesia sólo acepta el sexo para procrear.

Si un matri­monio no puede o no quiere tener más hijos, ¿no puede tener sexo?



Aliñe Ventura Setúbal, San Pablo


(Señora Aliñe, ¡paz inquieta y ternura de Jesús en su casa!


Vea lo que es una información tendenciosa e insuficien­te. ¡Cómo confunde! Vea también qué falta hace una verda­dera catequesis en nuestra Iglesia. Las personas viven del "dicen que dijo" y raramente están informadas de lo que la Iglesia piensa en realidad.


Bastaría hacer una pequeña pregunta. ¿La Iglesia permi­te que un matrimonio ya maduro tenga sexo, aún cuando ya no puede o no quiere procrear más? ¡Sí, lo permite! ¡Entonces ella acepta el sexo por amor!


¿La Iglesia admite que un ma­trimonio se relacione sexualmente, aún cuando sea preciso extraer un ovario a la mujer? ¡Sí! Entonces ella bendice el en­cuentro amoroso del matrimonio que cree, aunque el acto no sea procreador. Y cuando el matrimonio puede pero ya no quiere tener más hijos, ¿qué sucede?


La Iglesia permite que un matrimonio limite o espacie la llegada de los hijos. La cuestión no es si puede, sino qué método usará. Si son métodos que matan al embrión o al feto, ¡NO! Si se trata de métodos que no atenían contra el embrión o el feto, sí.


Marido y mujer pueden tener sexo cuando consideren correcto y por amor. Pueden también decidir si no quieren procrear más. Pero entonces el matrimonio deberá tener el cuidado de no concebir, porque concebido el fruto, el emba­razo debe ser llevado hasta el fin.


La Iglesia no acepta métodos abortivos ni el aborto. Los periodistas que escriben que el matrimonio católico sólo pue­de mantener relaciones sexuales cuando la mujer puede que­dar embarazada y, fuera de eso, el sexo es pecado, afirman una tremenda mentira.


La doctrina católica no enseña eso. El matrimonio católico no está obligado a desear un hijo cada vez que va a la cama. Lo que la Iglesia no admite es que una pareja comience su relación de novios y se case excluyendo ese bien fundamental del matrimonio que son los hijos.


El pueblo dice que "el casado casa quiere", pero quien se casa también debe estar abierto a la posibilidad de tener hijos y amarlos. Sin eso, el matrimonio deja de cumplir una de sus finalidades primordiales. Si bien es cierto que es necesario el amor, sin el cual la unión no pasa de un contrato estéril, tam­bién es preciso admitir la maternidad y la paternidad. Si no es válido un matrimonio en que uno de los dos mintió diciendo que amaba al otro sin ser verdad, tampoco es válido cuando uno de ellos se casa con la intención de jamás dar un hijo al cónyuge. Es injusto para con la persona que desea hijos.


Una cosa es descubrir más tarde que no se puede, y otra es ir al matrimonio negándose a los hijos. Lo que se sabe antes tiene un peso, lo que se descubre después, otro.


Para la Iglesia está equivocado quien dice: "Te quiero a ti, pero no quiero hijos contigo".


Se puede discutir durante toda la vida acerca de si tal o cual método es eficaz y sobre lo accidentado de tener un hi­jo que no se deseó. Así como los científicos no aceptan mu­chas cosas que la Iglesia enseña, la Iglesia no se traga mu­chas cosas que la ciencia garantiza. Está dando como 100 por ciento garantizado aquello que no lo es. Se conforma con pil­doras abortivas cuando puede descubrir respuestas más concretas.


Para la Iglesia, la discusión de cuándo un cuerpo co­mienza a tener alma y en cuántas horas o semanas puede ser eliminado o no, es irrelevante. La pequeña semilla de naran­ja será una naranja y no sandía. El pequeñísimo ser que co­menzó a latir la noche pasada no será un cabrito o una jirafa. Será un ser humano.


La Iglesia no acepta que sea asesinado. La ciencia puede llamar a esto una estupidez. Ellos se quedarán con la suya y nosotros con la nuestra, si de estupi­dez se trata. En cuanto a la afirmación de que los matrimo­nios católicos sólo pueden tener sexo en el período fértil, esa sí es una de las mayores estupideces. ¡La Iglesia no enseña eso!


P. Zezinho scj.

Libro:El amor es mucho mas

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